- En el fondo lo que vos buscás es que una mujer se parezca a un hombre en su conducta sentimental, que reaccione como vos frrente a las mismas cosas. Anoche estabas tan entusiasmado con Ludmilla por lo de las papas fritas, y naturalmente te colmó de emoción que ella hiciera o dijera lo mismo que vos.
- No tanto -dijo Marcos-. No se trata de que yo busque las mismas reacciones porque sería aburrido; creo que hablé de disponibilidad, de latencia, eso tiene que saltar en su momento y las razones no tienen por qué ser las mismas, a las mujeres les gustan otras cosas, etcétera, como comprenderás no me voy a poner a revolotear por una vidriera de modelitos de verano.
- Hum -dije yo.
- Hum qué -dijo Marcos.
- Te acepto que una plastra es una plastra, aunque sea una maravilla de mujer en cualquier otro terreno.
- Ya no lo es si es una plastra.
- Dejame seguir, che. Yo te diría que eso que vos definís como manía o entusiasmo es algo particularmente masculino, sobre todo a partir de la edad adulta, porque es archisabido que en los hombres el niño se conserva mejor que en las mujeres.
- Como quieras, en todo caso yo buscaré siempre esas mujeres que inventan cada cinco minutos el aeroplano o el submarino, figurativamente hablando, que no pueden ver un par de tijeras y una hoja de papel sin recortar un conejito, que cocinan echando miel en vez de aceite en la sartén para ver qué pasa con las costillas de cerdo, y que en cualquier momento se ponen el rimmel en la boca y el rouge en las cejas.
- Mutatis, mutandis, vos querés que sean como vos, rimmel aparte.
- No que sean como yo, pero que me hagan sentirme yo a cada minuto.
- Las musas, en una palabra.
- No es por el egoísmo ni porque ande necesitando palancas para mover el mundo. Solamente que vivir con una mujer pasiva me aplasta poco a poco, me quita las ganas de cambiarle la yerba al mate, de cantar a gritos mientras me bañe; hay como una especie de sorda llamada al orden, de cada cosa en su lugar, el canario está triste, la leche no se va al fuego, es siniestro.