viernes, 23 de abril de 2010

Bioy Casares

(...) Habrá infinitos mundos idénticos, infinitos mundos ligeramente variados, infinitos mundos diferentes. Lo que ahora escribo en este calabozo del fuerte del Toro, lo he escrito y lo escribiré durante la eternidad, en una mesa, en un papel, en un calabozo, enteramente parecidos. En infinitos mundos mi situación será la misma, pero tal vez la causa de mi encierro gradualmente pierda su nobleza, hasta ser sórdida, y quizá mis líneas tengan, en otros mundos, la innegable superioridad de un adjetivo feliz.

Fragmento de 'La trama celeste'

" El que haya querido los otros días, los malos, los de los ataques de gota o los del maligno dolor de cabeza clavado detrás de los globos de los ojos, y convirtiendo, por arte del diablo, toda actividad de la vista y del oído de una satisfacción en un tormento, o aquellos días de la agonía del espíritu, aquellos días terribles del vacío interior y de la desesperanza, en los cuales, en medio de la tierra destruida y esquilmada por las sociedades anónimas, nos salen al paso, con sus muecas como un vomitivo, la humanidad y la llamada cultura con su fementido brillo de feria, ordinario y de hojalata, concentrado todo y llevado al colmo de lo insoportable dentro del propio yo enfermo; el que haya querido aquellos días infernales, ése ha de estar muy contento con estos días normales y mediocres como el de hoy; lleno de agradecimiento se sentará junto a la amable chimenea y con agradecimiento comprobará, al leer el periódico de la mañana, que no se ha declarado ninguna nueva guerra ni se ha erigido en ninguna parte ninguna nueva dictadura, ni se ha descubierto en política ni en el mundo de los negocios ningún chanchullo de importancia especial; con agradecimiento habrá de templar las cuerdas de su lira enmohecida para entonar un salmo de gratitud mesurado, regularmente alegre y casi placentero, con el que aburrir a su callado y tranquilo dios contentadizo y mediocre, como anestesiado con un poco de bromuro; y en el ambiente de tibia pesadez de este aburrimiento medio satisfecho, de esta carencia de dolor tan de agradecer, se parecen los dos como hermanos gemelos, el monótono y adormilado dios de la mediocridad y el hombre mediocre algo encanecido que entona el salmo amortiguado. "

H.Hesse

jueves, 22 de abril de 2010

sábado, 17 de abril de 2010

¿De dónde viene esa mirada
que a veces sube hasta mis ojos
cuando los dejo sobre un rostro
descansar de tantas distancias?
(...)
Metamorfosis, doble rapto
que me descubre el ser distinto
tras esa identidad que finjo
con el mirar enajenado

jueves, 8 de abril de 2010

martes, 6 de abril de 2010

Las vacaciones de Hegel

Magritte

Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe e relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos.

onomatopéyico


Fragmento

La seria de inscripciones continuaba ilimitada. Una decía:

Instrucciones para la reconstrucción de la personalidad.

Esto se me antojó interesante y entré en aquella puerta.

Me acogió una estancia a media luz, y en silencio; allí estaba sentado en el suelo, sin silla, al uso oriental, un hombre que tenía ante sí una cosa parecida a un gran tablero de ajedrez. En el primer momento me pareció que era el amigo Pablo; por lo menos llevaba el hombre un batín de seda multicolor por el estilo y tenía los mismos ojos oscuros, radiantes.

-¿Es usted Pablo?- pregunté.

- No soy nadie- declaró amablemente-. Aquí no tenemos nombres, aquí no somos personas. Yo soy un jugador de ajedrez. ¿Desea usted una lección acerca de la reconstrucción de la personalidad?

-Sí, se lo ruego.

-Entonces tenga la bondad de poner a mi disposición un par de docenas de sus figuras.

-¿De mis figuras?...

-Las figuras en las que ha visto usted descomponerse su personalidad. Sin figuras no me es posible jugar.

Me puso un espejo delante de la cara, otra vez vi allí la unidad de mi persona descompuesta en muchos yos, su número parecía haber aumentado más. Pero las figuras eran ahora muy pequeñas, tal cual figuras manejables de ajedrez, y el jugador, con sus dedos silenciosos y seguros, cogió unas docenas de ellas y las puso en el suelo junto al tablero. Luego con monotonía, como el hombre que repite un discurso o una lección ya dichos muchas veces:

-La idea equivocada y funesta de que el hombre sea una unidad permanente, le es a usted conocida. También sabe que el hombre consta de una multitud de almas, de muchísimos yos. Descomponer en estas numerosas figuras la aparente unidad de la persona se tiene por locura, la ciencia ha inventado para ello el nombre de esquizofrenia. La ciencia tiene en esto razón en cuanto es natural que ninguna multiplicidad puede dominarse sin dirección, sin un cierto orden y agrupamiento. En cambio, no tiene razón en creer que sólo es posible un orden único, férreo y para toda la vida, de los muchos subyos. Este error de la ciencia trae no pocas consecuencias desagradables; su valor está exclusivamente en que los maestros y educadores puestos por el Estado ven su trabajo simplificado y se evitan el pensar y la experimentación. Como consecuencia de aquel error pasan muchos hombres por “normales”, y hasta por representar un gran valor social, estando irremisiblemente locos, y a la inversa, tienen a muchos por locos, que son genios. Nosotros completamos por eso la psicología defectuosa de la ciencia con el concepto de lo que llamamos arte reconstructivo. Al que experimentado la descomposición de su yo, le enseñamos que los trozos pueden acoplarse siempre en el orden que quiera, y que con ellos se logra una ilimitada diversidad del juego de la vida. Lo mismo que los poetas crean un drama con un puñado de figuras, así nosotros construimos con las figuras de nuestros yos separados constantemente grupos nuevos, con distintos juegos y perspectivas, con situaciones eternamente renovadas,¡Vea usted!

Con los dedos silenciosos e inteligentes, cogí mis figuras, todos los ancianos, jóvenes, niños y mujeres; todas las piececillas alegres y las tristes, las vigorosas y las débiles, las ágiles y las pesadas; las ordenó rápidamente sobre el tablero formando una combinación, en la que aquéllas se reunían al punto en grupos y familias, en juegos y en luchas, en amistades y en bandos enemigos, reflejando al mundo en miniatura. Ante mis arrobados ojos hizo moverse un rato al pequeño mundo lleno de agitación, y al mismo tiempo tan en orden; lo hizo jugar y luchar, concertar alianzas y librar batallas, comprometerse entre sí, casarse, multiplicarse; era en efecto un drama de muchos personajes, interesante y movido.

Después con un gesto sereno pasó la mano por el tablero, tumbó suavemente todas las figuras, las juntó en un montón y fue construyendo, artista complicado, con las mismas figuras un juego completamente nuevo, con grupos, relaciones y nexo diferentes en absoluto. El segundo juego se parecía al primero; era el mismo mundo, se componía del mismo material, pero la tonalidad había variado, el compás era distinto, los motivos estaban subrayados de otra manera, las situaciones coloradas de otro modo.

Y así el inteligente artífice fue construyendo con las figuras, cada una de las cuales era un pedazo de mí mismo, numerosos juegos, todos parecidos entre sí desde cierta distancia, todos como pertenecientes al mismo mundo, como comprometidos al mismo origen, cada uno, sin embargo, enteramente nuevo.

-Esto es arte de vivir- dijo doctoralmente-; usted mismo puede ya de aquí en adelante seguir conformando y animando, complicando y enriqueciendo a su capricho, el juego de la vida; está en su mano. Así como la locura, en un grado superior, es el principio de toda ciencia, así es la esquizofrenia el principio de todo arte, de toda fantasía. Hay sabios que se han dado cuenta ya de esto a medias, como puede comprobarse, por ejemplo, en El cuervo maravilloso del príncipe, aquel libro encantador, en el cual el trabajo penoso y aplicado de un sabio es ennoblecido por la cooperación genial de una multitud de artistas locos y enterrados en manicomios. Tome, guarde para usted para sí sus figuritas; el juego le proporcionará placer muchas veces. La figura de hoy, haciendo de coco insoportable, le echa perder el juego, mañana podrá usted degradarla, convirtiéndola en una comparsa insignificante. Al juego siguiente, usted puede hacer una princesa de la pobre, y simpática figurilla que durante una combinación parecía condenada a remediable desventura. Le deseo que se divierta mucho, caballero.


H.Hesse

domingo, 4 de abril de 2010

Por veredas de sueño y habitaciones sordas
tus rendidos veranos me aceleran con sus cantos
Una cifra vigilante y sigilosa
va por los arrabales llamándome y llamándome
pero qué falta, dime, en la tarjeta diminuta
donde están tu nombre, tu calle y tu desvelo si la cifra se mezcla con las letras del sueño, si solamente estás donde ya no te busco.

La mufa


Vos ves la Cruz del Sur,
respirás el verano con su olor a duraznos, y caminás de noche mi pequeño fantasma silencioso
(...)

viernes, 2 de abril de 2010


Como mirando para ver :

en la esquina de la pieza una lágrima suelta
danza una milonga vestida de flor.

De mi mi De

Mi desdicha
mi gota arrastrada
mi de mío
¿las intemperies?
bailando en la baldosa
esperando afuera
como un día más

Anarquismo

" La noche y el caos forman parte de mi.
Me remonto al silencio de las estrellas.
Soy el efecto de una causa del tiempo,
del Universo [quizás lo excedo].
Para encontrarme, debo buscarme entre las flores,
los pájaros, los campos y las ciudades,
en los actos, las palabras y los pensamientos de los hombres,
en la noche del sol y las ruinas olvidadas de mundos hoy desaparecidos.
Cuanto más crezco, menos soy.
Cuando más me encuentro, más me pierdo.
Cuanto más me pruebo, más veo que soy flor
y pájaro y estrella y universo.
Cuanto más me defino, menos límites tengo.
Lo desbordo todo. En el fondo soy lo mismo que dios.
Mi presencia actual contiene las edades anteriores a la vida,
los tiempos más viejos que la tierra,
los huecos del espacio antes de que el mundo fuera.
"

Fernando Pessoa

Oh quepis, quepis que mal hiciste

“1. El obrero le dijo al militar progresista: “Buenas intenciones tal vez, pero serás mandón hasta la muerte”. El militar progresista le dijo al blanco nacionalista: “¿Querés que te sea franco? Tu reforma agraria cabe en una maceta”. El blanco nacionalista le dijo al Batllista: “Lo que pasa es que ustedes siempre se olvidan de la gente del Interior”. El batilista le dijo al demócrata cristiano: “Yo escribo dios con minúscula ¿y qué?” El demócrata cristiano le dijo al socialista: “Comprendo que seas ateo, pera jamás te perdonaré que no creas en la propiedad privada”. El socialista le dijo al anarco: “¿No se te ocurrió pensar por qué ustedes no han ganado nunca una revolución?” El anarco le dijo al trosco: “Son un grupúsculo de morondanga”. El trosco le dijo al foquista: “Estás condenado a la derrota porque te desvinculaste de las masas”. El foquista le dijo al bolche: “También ustedes tuvieron delatores”. El bolche le dijo al prochino: “Nosotros nos apoyamos en la clase obrera: ¿también en este nos van a llevar la contra?” Y así sucesivamente. “Apunten ¡fuego!, dijo el gorila acomodándose el quepis, y un camión recogió los cadáveres.

2. El batllista le dijo al blanco nacionalista: “Y bueno, hay que reconocer que ustedes han tenido a veces una actitud antimperialista que nos faltó a nosotros”. El blanco nacionalista le dijo al socialista: “Quizá a mí me falta tu obsesión por la justicia social”. El socialista le dijo al demócrata cristiano: “Yo creo que nuestras discrepancias acerca del cielo no tienen por qué entorpecer nuestras coincidencias sobre el suelo”. El demócrata cristiano le dijo al anarco: “¿Sabes qué rescato yo de tus tradiciones? Ese metejón que tienen ustedes por la libertad”. El anarco le dijo al prochino: “Pensándolo mejor no está mal que se abran las cien flores”. El prochino le dijo al bolche: “¿Qué te parece si hacemos una excepción y coincidimos en eso de la justicia social?” El bolche 1e dijo al trosco: “Ojalá fuera cierto lo de la revolución permanente”. El trosco le dijo al foquista: “¡Ustedes por lo menos se arriesgan, carajo!” El foquista 1e dijo al militar progresista: “No creo que ustedes, como institu¬ción, vayan alguna vez a estar del lado del pueblo. Pero puedo creer en vos como individuo”. El militar progresista le dijo al obrero: “Cuando suene aquello de Trabajadores del mundo uníos, ¿me hacés un lugarcito?” Y así sucesivamente. “Apunten” dijo el gorila acomodándose el quepis. Entonces los soldados le apuntaron a él. Por las dudas no gritó: “¡Fuego!” Se quitó el quepis, lo arrojó a la alcantarilla, y algo desconcertado se retiró a sus cuarteles de invierno.”

M. Benedetti