lunes, 13 de septiembre de 2010

Fragmento. En el país prohibido

" No puedo hablar con toda la gente que quiero. Sólo converso con las personas que están previstas. Es una limitación, porque siento la necesidad de enterarme de cuanto sucede, de trajinarles el alma a amigos y conocidos. En algunas partes percibo, a despecho de la gran crisis, que no han muerto los viejos mitos. El chileno sigue siendo el de antes, más adolorido y golpeado, es cierto. Pero su capacidad de acogida, los rituales de la amistad, parecen intactos, aunque ahora está más pobre. Otros han perdido la inocencia virginal, pese a que desde arriba se insiste a troche y moche en que el país es el Nuevo Edén. Me muevo desde la nieve al mar, del desierto al sur. Huelo, aspiro sensaciones y noticias. Reveo, al parecer, sin miedo, las ciudades. Entro en los pueblos, innombrado. Me interno en los bosques y allí hacemos un puritano picnic secreto, con yogurt, jugo de naranjas y sándwiches de jamón y queso. A lo lejos veo pasar por el camino los niños que van a la escuela rural, con sus bolsones. Esa zona me continúa dando la sensación de frontera y me evoca las guerras con los indios. Par mí cada detalle, en la situación en que me hallo, es un rasgo que agrego al retrato, y también a la leyenda del Chile que reencuentro. Siento que estoy absorviendo lo visible y lo invisible, ángeles y demonios por todos los poros; pero repito que no puedo hablar con desconocidos ni con cualquiera que se me cruce en el camino. Debo seleccionar de antemano a mi interlocutor. De repente, en un motel del camino o junto a una bomba de bencina, me parece descubrir pasajeros de un autobús, un camionero y unas mujeres que me miran y cuchichean entre sí. ¿Alguien me ha reconocido o son alucinaciones? Naturalmente, para salir de dudas no puedo interpelarlos. Más vale seguir de viaje sin dar la sensación de una fuga. ¡Que los Dioses del Camino nos protejan del miedo de la ruta y de los temores imaginarios, del terror pánico y de los delirios de la imaginación! "

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